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Cuando hablamos de recuerdos, hablamos de tiempo, y cuando hablamos de atmósfera, estamos hablando de espacio. El tiempo y el espacio tal y como los ha definido Georges Perec son dos categorías que sirven para explicar nuestra realidad, dos coordenadas que se entrecruzan para decir algo antes indefinido que prosigue a ser parte de nuestro acontecer cotidiano.

“Cántaros de luz” de Laura Tobón, busca sumergirnos en los recuerdos, propone inducirnos en momentos de ensoñación a partir de componentes como el agua, la luz, los reflejos y el sonido, desde esa intersubjetividad propia del arte, donde el espectador, puede abstraerse en un océano de sensaciones que le permitirán rememorar el  pasado.

Vivimos en un momento en el cual, numerosas producciones artísticas se hallan saturadas de pretensiones, donde la grandilocuencia de discursos fragmentarios nos distraen de reconocer aquello que debería ser primordial en el arte: el poder sobrecogedor de la obra en el espacio. En este sentido, el trabajo de Laura Tobón recupera la necesidad de la observación atenta y pausada; de sentir, más que de entender y mirar, a partir de una propuesta que nos invita a profundizar en la dimensión poética de las cosas, en el influjo evocador de los objetos no solo por su relación con determinados sucesos, sino porque su presencia, nos alerta de que el tiempo es inherente a nuestra realidad, pero que, como en una paradoja se revela siempre inaprensible, inasible, e inefable. Así, el trabajo que aquí presenciamos, cumple con uno de los propósitos más nobles que puede tener el arte: el de suspender y retener toda conclusión en la significación, para expandir tanto el pensamiento como las sensaciones humanas.

Úrsula Ochoa.